En todo el caparazón del cuerpo externo (ectodermo), que abarca la piel y el tejido adiposo subcutáneo, los termorreceptores están incrustados en fibras nerviosas libres (por lo tanto, estos tipos de receptores no son tipos celulares especiales, a diferencia de los fotorreceptores, por ejemplo). Hay dos tipos de fibras: aferencias del grupo III (sensibles al frío) y aferencias del grupo IV (sensibles al calor).
En las membranas de estas fibras nerviosas celulares hay proteínas específicas ancladas. Esas proteínas se llaman canales TRP (Potencial de receptor transitorio), que pueden conducir iones a demanda.
Cuando se detecta una diferencia de temperatura en la periferia de la piel, cambian su conformación y se abren, lo que conduce a la entrada de iones de Na+, Ca2+ y Mg2+ que conducen a potenciales de acción transmitidos al sistema nervioso central.
Esos tipos de termorreceptores funcionan como sensores proporcionales-diferenciales: los cambios rápidos de temperatura en la piel (tocar una taza de café caliente) son respondidos con una frecuencia muy alta de potenciales de acción; luego se adaptan a la temperatura y disparan con menos frecuencia, pero aún más frecuencia que de forma predeterminada. Este tipo de disparo lleva a la impresión de sostener algo en la mano que está más caliente que la propia piel antes de tocarlo.
Curiosamente, los receptores TRP pueden ser activados a través de la capsaicina (molécula picante del chile), la alicina (molécula de aroma de ajo), el alilo isotiocianato (compuesto de wasabi), el mentol o incluso el THC. Esta es la razón por la cual el chile puede evocar una verdadera sensación de calor mientras que el mentol evoca la impresión de frío cuando, por ejemplo, se prueba un chicle de mentol.
Con estos dispositivos biológicos, una persona puede percibir diferencias de temperatura de 0.2 K como máximo.
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